Todos vivimos «lo que pasa» de maneras diferentes. Todos percibimos la realidad de formas distintas. No me refiero únicamente a lo que experimentamos en nuestra mente o emociones, que puede ser más fácil de comprender… me refiero a TODO.
- Una caída de un caballo no es igual para ti que para un bebé.
- Un virus no es lo mismo para ti que para alguien inmunodeprimido.
- El estrés laboral prolongado no afecta igual a una persona acostumbrada que a alguien que está empezando, por ejemplo.
¿Captas hacia dónde apunto? El virus, el mismo. La caída, la misma. Las horas de trabajo y la responsabilidad, la misma. Lo que cambia somos nosotros. Tenemos una capacidad diferente para interpretar lo que ocurre y, por lo tanto, para reaccionar ante ello.
La mayoría de las veces ni siquiera somos conscientes de cómo reaccionamos, pero la realidad es que no todos reaccionamos igual. ¿Qué determina nuestra capacidad de reacción? Como casi todo en el ser humano, es multifactorial. ¡Qué novedad!
Factores culturales, genéticos, un poco de suerte… y sí, en caso de que te lo estuvieras preguntando… ENTRENAMIENTO.
Algunos de estos factores los tenemos que aceptar, pero no deberíamos usarlos como excusa. Hay muchos otros que podemos mejorar mediante entrenamiento.
Nuestro sistema nervioso, al final, es el encargado de:
- Percibir (ya sea el virus, el trabajo o la caída).
- Interpretar.
- Crear la respuesta adecuada (ni más ni menos).
Podemos cuidarlo para que funcione lo mejor posible.
¿No te parece fascinante? Percibir, interpretar y responder. Eso es, al fin y al cabo, VIVIR. En todos los niveles. Físico, mental, emocional, químico…
Cuanto mejor funcione y más adecuada sea la respuesta (ni demasiado débil ni exagerada), mejor calidad de vida tendrás.
El objetivo de la quiropráctica es eliminar las interferencias en esos mensajes de percepción y respuesta. ¡Esto es vida!