
¿Te ha pasado alguna vez?
Vienes al centro, te ajustas… y al salir, además de sentirte más relajado, notas que
estás cargado de energía. Como si hubieras encendido un interruptor por dentro.
No eres el único. Es una de las sensaciones que más nos comentáis. Y lejos de ser magia, tiene bases fisiológicas muy concretas. Te las cuento:
- El cuerpo se mueve con más libertad
Cuando liberamos tensiones musculoesqueléticas, el cuerpo deja de luchar contra sí mismo. Ya no estás gastando energía en sostener una mala postura o compensar una disfunción. El movimiento se vuelve más fluido… y tú lo sientes como ligereza, como ganas de hacer cosas.
- Tu energía deja de irse en reparar
Muchas veces, el cuerpo está ocupado reparando cosas sin que te enteres. Como cuando incubas un virus: no ves nada, pero te sientes sin energía.
Cuando esas reparaciones internas se completan —gracias al descanso, a los ajustes, a los buenos hábitos—, esa energía queda disponible. Y entonces es como si tu cuerpo dijera: “Ya está. ¿Qué quieres hacer con todo esto que nos sobra ahora?”
- Salir del modo supervivencia
Una subluxación mantenida en el tiempo activa el sistema de estrés. Te pone en modo
alerta constante. Y eso… agota.
Cuando empezamos a liberar esas interferencias, el sistema nervioso sale de la defensa y entra en regulación.
Y con esa calma, vuelve también la vitalidad.
Por eso, cuando sientas esa energía después de un ajuste, úsala con intención.
¿Qué te apetece hacer con ella?
¿Moverte? ¿Crear? ¿Cuidarte más? ¿Disfrutar de algo que hace tiempo no hacías?
Recuerda: esa energía ya era tuya. Solo que estaba ocupada en otras cosas. Y ahora, poco a poco, va volviendo a estar disponible.
No hay prisa. Cada uno tiene su ritmo, sus capas, su historia. Pero si te estás sintiendo más vivo, más presente, más capaz… Disfrútalo. Te lo has ganado.
