Hoy, caminando, pensaba en todas esas cosas que me digo a diario: tengo que hacer esto, tengo que resolver aquello, tengo que llegar allá… Y me di cuenta de que gran parte de esa presión no viene de fuera, sino de mí mismo.
Las listas de “tengo que” rara vez se acaban. Siempre aparece algo más que añadir, y si no tenemos cuidado, acabamos viviendo para cumplir tareas, no para vivir de verdad.
El truco no es eliminar las responsabilidades, sino reconocer cuántos de esos “tengo que” son solo pensamientos, creencias o exigencias autoimpuestas. Cuando los veo por lo que son, puedo soltar un poco… y aparece espacio para lo que quiero, lo que disfruto y lo que me nutre.
En consulta veo lo mismo: personas cargadas de tensión, con cuerpos rígidos de tanto sostener listas interminables. Y tras un ajuste, el cuerpo respira, la mente se calma… y la vida se siente más ligera.
🔹 Ajustes quiroprácticos para liberar la tensión acumulada
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¿Y si la próxima vez que te escuches pensando “tengo que…” pruebas a preguntarte: ¿de verdad lo necesito, o solo lo aprendí a exigir?