
Llega el otoño. Días más cortos, noches más largas. El cuerpo lo nota, aunque no siempre sepamos ponerle nombre. Y no es casualidad: somos parte de la naturaleza, aunque a veces se nos olvide.
Esta estación trae una energía distinta. Más pausada. Más melancólica. Los árboles sueltan hojas. La luz cambia. El aire se vuelve más fresco. Todo invita, de alguna manera, a bajar el ritmo y mirar hacia dentro.
Y claro, en medio de todo esto, llega también el famoso cambio de hora, que altera nuestro reloj interno más de lo que parece. Lo que en principio se pensó para aprovechar la luz del día, muchas veces nos desajusta el sueño, el ánimo y la energía.
Entonces… ¿qué podemos hacer?
Como siempre, la clave está en adaptarnos, no en resistir. Escuchar lo que necesitamos. Aceptar que no todos los ciclos son de productividad máxima, y que también es saludable recogerse un poco, hacer espacio y dejar que algo repose.
Aquí van algunas ideas sencillas para transitar mejor esta estación:
- Aprovecha la luz natural: sal, aunque sea unos minutos al día. El cuerpo necesita esa señal para regular sus ritmos.
- Ajusta tu sistema nervioso: un cuerpo sin interferencias se adapta mejor. El ajuste quiropráctico es una herramienta poderosa en estos momentos de transición.
- Respira más lento, más consciente: especialmente si notas tristeza o melancolía. Esa sensación no es un fallo, es parte del proceso.
- Rodéate de buena compañía: somos seres sociales. El sistema nervioso se regula también en relación con otros. Habla, comparte, busca apoyo si lo necesitas.
Y sobre todo, date permiso para sentir. Quizás no sea la estación más luminosa, pero sí una de las más profundas. Una invitación a observarte sin prisa. A reorganizarte desde dentro.
Cada otoño trae consigo la oportunidad de aprender algo nuevo de nosotros mismos.
¿Y si este año la aceptamos?