
Imagina que estás caminando por el bosque, como suelo hacer con Red.
Es temprano, aún no ha salido del todo el sol, y el camino está medio a oscuras. En cuanto la luz atraviesa las hojas de los árboles, todo cambia: ves los detalles, los colores, los movimientos. Todo cobra vida.
Siempre me ha gustado pensar que la salud funciona de forma parecida. La luz es como la vida: cuando está, lo transforma todo. La oscuridad, en cambio, no es una fuerza en sí misma… es simplemente la falta de luz. Lo mismo pasa con la enfermedad: en lugar de verla como algo que «ataca», podríamos entenderla como la ausencia de salud.
Y entonces llega la pregunta clave: ¿qué es lo que determina la calidad de esa luz? ¿Cómo sabemos si estamos realmente sanos?
Desde la mirada quiropráctica —y especialmente desde el modelo salutogénico que seguimos en el centro—, salud no significa simplemente ausencia de síntomas. Salud es expresión total. Es que cada parte de ti funcione con todo su potencial.
Piénsalo así: nuestro cuerpo está formado por unos 37 billones de células. Si cada una de ellas está conectada, viva, funcionando al 100% de lo que puede y debe hacer… entonces sí, podemos decir que ese cuerpo está sano. Porque la salud no es solo no tener dolor. La salud es que el cuerpo funcione en coherencia, que se exprese plenamente, desde lo más microscópico hasta lo más emocional.
Y esa expresión, ese brillo, puede estar más presente o más atenuado, como una lámpara con regulador. A veces creemos que ya estamos bien… hasta que descubrimos que solo estábamos funcionando al 20%. Y cuando algo se libera —un ajuste, un cambio, una toma de conciencia—, de repente, el sistema se ilumina.
Eso es lo que más me conmueve de este trabajo. Ver cómo la vida se enciende en las personas. A veces no hace ruido. No siempre es espectacular. Pero se nota. En cómo respiras. En cómo duermes. En cómo te ríes.
Nuestra labor como quiroprácticos no es “arreglar” nada. Es acompañarte a que puedas expresarte al máximo, sin interferencias. Porque cuando el cuerpo puede hacer lo que sabe hacer, sin que nada lo interrumpa, el resultado es pura vida.
Y esa vida, créeme, se nota desde fuera.